Leí una noticia hoy en la que por desgracia nuevamente se decía que al menos 175 niños han sido reclutados forzosamente por las tropas armadas para combatir, desde la reanudación del conflicto armado en el Congo .
Según el informe, los investigadores de HRW han visto a 30 niños vigilando unas barricadas y patrullando en las calles con armas que apenas pueden llevar. Algunos de estos niños no tenía ni 12 años y cuatro de ellos eran niñas.

En otras zonas, en las inmediaciones de los campos de desplazados, el mismo grupo ha incorporado a la fuerza a niños de menos de 12 años y algunos de ellos enviados al combate sin beneficiarse de un entrenamiento militar.

A finales de octubre, los milicianos Maï-Maï progubernamentales han reclutado a decenas de niños para luchar en sus tropas y las fuerzas armadas congoleñas (FARDC) han incorporado a numerosos menores para transportar y distribuir armas.

Asimismo, la organización denunció la violación de decenas de mujeres y niñas por facciones rivales, e instó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a examinar unas sanciones adicionales en contra de los autores de estas violaciones de los derechos humanos.

Las nuevas tecnologías llegaron a finales del siglo XX al este de Congo en forma de un nuevo mineral que arrancar de las montañas: el coltán.
El país cuenta con las mayores reservas mundiales conocidas de esta extraña aleación con unas propiedades eléctricas que lo hacen insustituible en los teléfonos móviles, consolas de videojuegos y todo tipo de equipos electrónicos. Fácil de extraer y muy valioso, el coltán fue el combustible que engrasó las múltiples facciones que protagonizaron la gran guerra entre 1997 y 2003.




El coltán contiene metales muy cotizados por lo que su extracción tiene graves consecuencias en la zona donde abunda. El Congo vive una gran guerra desde que en 1998 Uganda y sobre todo Rwanda, aprovechando la debilidad política de aquel país y ocuparon militarmente las zonas mineras para su explotación comercial. Un desastre medioambiental y sobre todo social que suma hasta ahora más de 5,5 millones de muertos.
La guerra en el Congo es incentivada y mantenida económicamente por las empresas productoras y exportadoras de Coltán en connivencia con grupos de poder de la zona, tanto gobiernos más o menos legales como grupos rebeldes, con el fin de controlar las zonas mineras y monopolizar el mineral, y así, poder venderlo muy barato a Siemens, a Nokia, a Motorola, etc. Luego a nosotros nos dan un móvil por hacer un contrato o a cambio de XXX puntos vodafone, y crean un consumo vicioso. No somos conscientes del sufrimiento que está pasando todo un pueblo que se sumerge en una guerra, donde los niños son explotados laboral mente, secuestrados y enviados a la muerte, las niñas violadas.
Desde aquí, en nuestro cómodo mundo lo observamos todo en la televisión como si fuera una película, ajenos a que todo esto ocurre por intereses comerciales, y porque tienen la desgracia de poseer un metal valiosísimo que no explotan para su provecho, si no que son masacrados para la obtención del mismo.
Somos parte del conflicto, tenemos parte en ello consumimos ese metal compulsivamente y no tenemos ni idea de lo que está costando.

La extracción del coltán además tiene consecuencias medioambientales notables: desde la contaminación de los ríos de la zona y grandes lagos, la destrucción del entorno y el desplazamiento humano y de las especies. Algunos rebeldes y mineros cazan para comer elefantes y gorilas poniendo a estos en peligro.
Todo esto es un desastre de dimensiones terribles, probablemente se recrudezca, y se haga extensible a otras partes de África, también ricas en minerales y riquezas naturales.
La deuda que tenemos con África no para de crecer desde hace siglos. Un continente constantemente expoliado y masacrado al que no dejamos nada, ni cultura, ni educación ni nada medianamente digno, solo arrasamos como langostas sin pensar ni ver las consecuencias.
El Congo es el tercer país por extensión del continente, apenas poblado por sesenta millones de almas, la riqueza de su subsuelo ha atraído la codicia de Occidente durante siglos, la de Oriente desde hace unos años.
Leopoldo II, el rey de los belgas, lo convirtió en su finca particular e hizo de la esclavitud y la explotación ley de vida y muerte. La independencia en los años sesenta –a la que accedió sin un solo titulado superior– empezó con mal pie: su primer ministro, Patricio Lumumba, fue eliminado por una conjura urdida por la antigua metrópoli y la CIA. Mobutu, agente de Occidente frente al comunismo, saqueó a su pueblo y permitió que las empresas mineras occidentales hicieran otro tanto.
Esto es una guerra que se repite constantemente, solo cambian las víctimas y parece que todo esto es imparable y tiende a extenderse.
La vida por llamarle algo, de los congoleños es terrorífica.
Cuando cae la noche en Rutshuru, al este de la República Democrática del Congo (RDC), casi todos buscan refugio en casa. Los niños corren para que ninguna banda les secuestre y les convierta en soldados a la fuerza. Los hombres dejan de zangolotear por las calles polvorientas y tristes para no verse atrapados en el tiroteo cotidiano. Cuando anochece, Rutshuru es realmente peligroso. Y sin embargo, precisamente entonces, al adueñarse la oscuridad de la ciudad sin ley, es cuando muchas mujeres salen en silencio de su choza y se esconden en la selva: saben que si se quedan en casa, muy probablemente serán violadas, da igual su edad, no hay criterio. Se violan hasta niñas de dos años, que quedan destrozadas de por vida, en el caso de que sobrevivan.
No hay nada peor que el abuso de los niños.
Los niños que son forzados a participar en un conflicto armado sufren daños físicos y emocionales terribles. Son niños traumatizados por la separación forzosa de sus familias, además pueden llegar a presenciar palizas, torturas y ejecuciones. Muchas niñas ahora tienen bebés, y lo mas triste es que con seguridad volverán a sufrir violencia sexual.
Nadie queda indiferente a algo así y sin embargo es una práctica habitual y no hacemos mucho por terminarlo, sin embargo no se escatiman medios y conflictos para ir a arrancar el preciado mineral a bajo coste que se consigue justamente a costa de todos estos abusos.
¿En que nos hemos convertido?

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